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Este artículo es un servicio público. Está dedicado especialmente a militantes y dirigentes políticos, pero también a esos seres especiales que se dedican a “hacer política” en las redes sociales, encerrados en una celda acolchada de radicalidades y bipolaridades.
En 1977,
Michel Foucault escribió un prólogo para el famoso libro “El antiedipo:
capitalismo y esquizofrenia”, de Gilles Deleuze y Félix Guattari, titulado “Una
introducción a la vida no fascista”. Allí proponía un resumen del libro en
forma de “manual” para combatir no solo el gran fascismo corporativo, “sino
también el fascismo que reside en cada uno de nosotros,
que invade nuestros espíritus y nuestras conductas cotidianas, el fascismo que
nos hace amar el poder, y desear a quienes nos dominan y explotan”.
Hoy Venezuela necesita resucitar la política (sí,
está muerta). Y esto implica dejar un poco (o mucho) el empeño maldito de
autoafirmarnos mediante la anulación del otro. Sin el otro, la política no
existe. Polarizar no significa aniquilar.
Por eso, dejo
aquí algunos extractos de ese “manual”, para leerlos antes de abrir el Twitter
y actualizar el estado de WhatsApp:
“¿Cómo
hacer para no volverse fascista incluso cuando (sobre todo cuando) uno cree ser
un militante revolucionario? ¿Cómo desembarazar del fascismo nuestro discurso y
nuestros actos, nuestro corazón y nuestros placeres? ¿Cómo hacer salir de su
refugio al fascismo que se incrustó en nuestro comportamiento? (…)
- Despoje
la acción política de toda forma de paranoia unitaria y totalizante.
-
Desarrolle la acción, el pensamiento y los deseos por proliferación,
yuxtaposición y disyunción, antes que por subdivisión, y jerarquización
piramidal (…)
- No
imagine que es necesario ser triste para ser militante, incluso si la cosa que
se combate es abominable. El lazo entre deseo y realidad es lo que posee fuerza
revolucionaria (y no su huida hacia las formas de la representación).
- No
utilice el pensamiento para dar a una práctica política un valor de Verdad: ni
la acción política para desacreditar un pensamiento, como si éste fuera mera especulación.
Utilice la práctica política como un intensificador del pensamiento, y el
análisis como un multiplicador de las formas y de los dominios de intervención de
la acción política (…)
- No se enamore del poder”.
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