Este
escenario es auspicioso, pues señala la posibilidad de que el país “normalice”
su vida política en 2021, lo cual es condición imprescindible para encauzar una
salida al laberinto social y económico en el que estamos encerrados.
Capriles
Radosnki es la única figura con la capacidad de desplazar y extinguir el agonizante
“proyecto Guaidó” y erigirse como interlocutor no solo frente al Gobierno, sino
también a la llamada “comunidad internacional” y, particularmente, el Gobierno
de EEUU. Fue dos veces candidato unitario de la oposición, perdiendo en la
última de ellas por un punto de diferencia con el presidente Nicolás Maduro. Ningún
otro dirigente antichavista puede mostrar tales credenciales.
Pero, para
consolidar esto, debe aguantar la presión del extremismo y no echarse para
atrás en su decisión de participar en las elecciones del 6-D. Resistir al menos
hasta el 3 de noviembre, cuando, gane quien gane la elección presidencial de
EEUU, la estrategia de Washington hacia Venezuela necesariamente dará un giro y,
en consecuencia, necesitará otra figura.
Lo mejor
que le puede pasar a Venezuela es que se den exitosamente las elecciones
parlamentarias, que surja una Asamblea Nacional con grupos diversos, chavistas
y antichavistas, donde quienes apuestan a guerras civiles e intervenciones
militares queden eliminados del juego y se puedan negociar acuerdos políticos que
permitan el desmantelamiento de las sanciones económicas que mantienen al país
en terapia intensiva.
Sin negociación
y acuerdos no habrá salida a la crisis. Y si el caprilismo demuestra seriedad
política y propicia este escenario, bienvenido sea.
@ÁngelDanielCCS
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