El caprilismo

¡Que vengan ya!



En la película de 1996 Día de la Independencia, que cuenta sobre una invasión extraterrestre al planeta Tierra, hay una impactante escena en la que un grupo de fanáticos se ubica en la azotea de un rascacielos en Los Ángeles para "dar la bienvenida" a los alienígenas, a quienes consideran "hermanos mayores". Estando ubicados justo debajo de la nave interplanetaria, los entusiastas de la invasión levantaban pancartas con mensajes como "bienvenidos" y hasta "llévenme con ustedes". Sus rostros de excitación, bien tomados por la dirección del film, denotaban asombro, esperanza, admiración y entrega total en el momento en que la nave abre sus compuertas y muestra una gran luminosidad, acompañada de un majestuoso aparataje tecnológico tan sofisticado como inentendible. En ese momento clímax, cuando los adoradores mantienen sus brazos elevados esperando el abrazo de los "visitantes", la nave dispara un inmenso y violento rayo sobre el rascacielos, reduciendo a fuego y cenizas no solo al cándido comité de bienvenida sino todo el edificio y sus alrededores, comenzando así la progresiva destrucción de esa y varias ciudades del país.

Este relato hollywoodense me viene a la mente cada vez que veo en redes sociales a venezolanos y venezolanas clamando vehementemente por una intervención militar de Estados Unidos en Venezuela. La misma industria cultural y el mismo aparataje mediático que produce escenas como la aquí descrita se ha encargado de sembrar una fuerte ideología de dependencia, colonialismo y vasallaje que les hace pensar que la agresión extranjera no solo es algo bondadoso y seguro sino deseable.

El fenómeno psicológico del antichavismo es tan distorsionante que quienes expresan su deseo de que el país sea intervenido exhiben una disociación total de la realidad. Son capaces de imaginar y creer firmemente en escenarios tan absurdos como las propias frases que expresan en Twitter. Llegan a decir cosas como que la eventual operación militar gringa "duraría diez minutos y ya". O piensan que los militares venezolanos saldrían huyendo despavoridos al ver a los poderosos e invencibles marines. Pónganse a creer.

La verdad es que ver y oír a venezolanos decir esa clase de estupideces es un espectáculo tan triste y patético como el relato de la película.

@ÁngelDanielCCS

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