El caprilismo

Pandemias, guerras “mundiales”, crisis financieras y capitalismo histórico



por Luis Salas Rodríguez

Aunque de muchas maneras el momento que estamos viviendo es inédito, de muchas otras no lo es.

Como se puede ver en la gráfica que encabeza este texto, visto en larga duración, existe una recurrencia llamativa entre pandemias, crisis financieras y guerras “mundiales”, en el sentido que unas se suceden a las otras en la historia de 8 siglos que van de capitalismo. Pero a su vez, los cambios en la hegemonía económica, política y cultural en el capitalismo histórico (uso el término en el sentido braudeliano), están precedidos de esta recurrencia.

Y aunque en sentido estricto no forma parte de ella, los cambios climáticos también han jugado un papel protagónico en la misma.

Sin ser muy estricto con las fechas de los cortes (no es que en un año termina una hegemonía y arranca la otra), más o menos existe consenso a la hora de afirmar que el capitalismo histórico comienza en las ciudades-estado situadas en lo que actualmente es Italia, específicamente Florencia, Venecia y Génova, entre el 1300 y el 1400, es decir, entre los siglos XIV y XV.

Y emerge como un capitalismo mercantil-financiero, en manos de mercaderes que viajaban por el lejano y cercano oriente, el norte de África, el mediterráneo y Europa central, llevando y trayendo mercancías. Estos mercaderes comienzan a acumular grandes capitales, que quedan ociosos al no ser reinvertidos en mercancías. Por la vía del préstamo con usura, estos caitales darán vida a los bancos y a lo que hoy llamamos capital financiero.

Pero justamente, gracias a estos viajes no solo toma forma al expandirse el capitalismo mercantil financiero sino que llega la Peste Negra a Europa, de la que venecianos y genoveses se contagiaron en sus viajes por el Asia.

El nacimiento del capitalismo y el catastrófico siglo XIV 

La Peste Negra, como es sabido, causó una tragedia demográfica en Europa, el norte de África y Asia. En términos globales se habla de entre 60 y 100 millones de muertos, siendo que en Europa se dice que acabó con unas 25 millones de personas, sobre una población estimada en 60 millones. La epidemia fue precedida por la Gran Hambruna, que se estima acabó con una cantidad más o menos similar de personas y dejó debilitada a buena parte de otra que luego sucumbió ante la peste.

Los historiadores, no en vano, llaman a este período “el trágico medieval”. Y estudios relativamente recientes dan cuenta del impacto que para ello tuvo un súbito cambio climático: el fin del Cálido Medieval y el comienzo de la Pequeña Edad de Hielo.

Para resumir, digamos que los años posteriores al Cálido Medieval se caracterizaron más que por un frio intenso permanente (como el nombre “Pequeña Edad de Hielo” sugiere) por una inestabilidad recurrente donde a inviernos muy fríos le sucedieron veranos muy lluviosos, y a las sequias, devastadoras inundaciones. En términos generales, sí hubo una disminución de la temperatura en Europa con respecto al Cálido Medieval en las primeras décadas del siglo XIV. Pero fue especialmente entre 1314 y 1317, cuando esta sucesión de inviernos helados y veranos lluviosos causó la hambruna, al acabar con cosechas enteras y animales. Este ciclo de inicial inestabilidad continuó más o menos hasta 1322, causando una disminución de entre un 10 y un 25% de la población de ciudades y pueblos del “viejo” continente.

Entre la gran hambruna y la peste negra, se inició la Guerra de los cien años franco-inglesa, que, entre otras cosecuencias, tuvo la de impulsar el auge de las grandes finanzas florentinas y genovesas gracias a los préstamos que a los bandos en guerra hacían los banqueros de dichas ciudades. La eclosión del Renacimiento, financiado por estos banqueros transformados en mecenas, también se explica por este auge de las grandes finanzas “italianas”. Sin embargo, en 1345 estalló una crisis sin precedentes -la primera crisis financiera en el sentido contemporáneo del término- cuando la familia Peruzzi, poderosos banqueros de Florencia, cayeron en bancarrota junto a sus socios los Bardi, al
declararse Eduardo III de Inglaterra insolvente para pagar las deudas generadas por la guerra.

Tras la desolación de la hambruna, la crisis financiera y la peste, las ciudades estados “italianas” vivieron una nueva era de esplendor, en no poca medida derivada de captar los beneficios generados por el “descubrimiento” de América de mano de sus socios españoles. No obstante, siguiendo la lógica histórica, a la época de eclosión del régimen de acumulación (cuyo cenit es una deriva financiera) sucede una caída del centro geográfico de dicho régimen y el traslado a otro polo que ha usufructuado al primero reiniciando el ciclo.

De la revolución de los precios a la tulipamanía: el capitalismo holandés

Como Revolución de los Precios se conoce a un período que va entre 1510 y 1650, donde los precios en Europa se dispararon como consecuencia de la escasez de mano de obra (dada la mortandad causadas por las guerras, la hambruna y la peste), pero a su vez, de la entrada masiva de oro proveniente del “nuevo continente”.

Holanda, con sus textiles y otros bienes, se coloca a la punta de este proceso de acumulación, siendo que en los Países Bajos las finanzas dan un salto cualitativo al crearse las primeras bolsas de valores y mercados a futuro. La peste de 1656 termina de desplazar a las ciudades estados italianas como centro dinámico de acumulación, siendo así que Amsterdam y el puerto de Roterdam toman la
delantera, en especial tras su liberación de España en 1648. La célebre fiebre de los tulipanes (1637)puede considerarse la cúspide de este proceso expresado en una febril especulación financiera, que al estallar marca igualmente su fin.

Del imperio inglés al imperialismo norteamericano: fiebre española, gran depresión y guerras mundiales

La delantera entonces la toma Inglaterra, en pleno proceso expansivo hacia la constitución de su imperio ultramarino, por un lado, y de capitalismo industrializado tras la revolución de la maquina de vapor. El gran pánico financiero de 1797 (que “paradójicamente” estallará en Londres, lugar que desde entonces y hasta nuestros días pasará a ser conocida como la city financiera) marcará la ruptura desde el régimen de acumulación capitalista centrado en los Países Bajos a otro bajo la tutela británica. La victoria británica sobre las fuerzas napoleónicas (1815), impone la hegemonía política inglesa como correlato y complemento de la económica. Y así será hasta la primera mitad del siglo XX, cuando tras sucesivas crisis financieras de la cual la mayor será la de 1929, una pandemia de influenza que causó unos 50 millones de muertos a nivel mundial (la gripe “española”) y una larga lista de conflictos bélicos que acabaron en dos grandes guerras mundiales, la posta de la acumulación de capitales sale de europa y traslada al otro lado del Atlántico, donde la pujante excolonia británica de los Estados Unidos de America tomará el relevo a la cabeza de un proceso de acumulación capitalista ya devenido global.

¿Dónde estamos ahora?

Todo indica que, en lo económico al menos, nos encontramos en un interregno histórico de un capitalismo en busca de un nuevo centro de acumulación. Ya parece evidente que éste no está del todo en los Estados Unidos, pero tampoco el todo ya en otro lugar, si bien es cierto que China surge como la principal candidata en todas las apuestas.

Por lo pronto, qué tenemos: una potencia que hace todo lo posible por recobrar su poder económico apelando a su poder político, militar y cultural. Una serie de crisis financieras y económicas desde los años 70 del siglo XX de la cual la mayor ha sido la de 2008, que se produjo justo tras el cenit de las finanzas especulativas de los años 80 y “los felices 90” del neoliberalismo global triunfante. Y ahora una pandemia planetaria (que como la Peste Negra comenzó en China y de allí brincó a Europa) cuyas magnitudes son de pronóstico reservado y que está desatando una crisis económica de proporciones incalculables, todo aderezado por un nuevo cambio climático (esta vez achacado a la contaminación y del cual se comienza a hablar en el último cuarto del siglo XX) que amenaza con alterar las formas de vida conocidas hasta ahora y de hecho ya lo está haciendo.

¿Qué no tenemos todavía para completar la secuencia histórica? Pues una guerra mundial.

Desde luego, este “faltante” es relativo en el sentido que no puede tomarse mecánicamente esta secuencia. Una falacia muy común es suponer que porque algo se ha dado de un modo debe repetirse tal cual. Y no es forzonsamente así. De hecho, las secuencias históricas dentro del capitalismo nunca se han dado exactamente igual.

A mi modo de ver, si bien es inevitable que el centro de acumulación capitalista salga definitivamente de los Estados Unidos, eso no significa que se traslade a otro, en este caso China. Lo más probable es que se termine de conformar un centro global, con una pata industrial en el sureste asiático y una ramificación financiera desterritorializada con varios centros, quedando (por un buen rato al menos) el poder miltar y por tanto el político en los Estados Unidos. No parece ser el caso que China, Rusia o los otros brics tengan voluntad ni la capacidad para disputar esto último. Al tiempo que los Estados Unidos parece dispuesto a llegar hasta lo último por conservarlo y tiene capacidad bélica para ello.

Como sea, en cualquier caso, el objetivo de este texto no es dar cuenta de eso y solo resaltar que no es la primera vez que entre cambios climáticos, pandemias, guerras y crisis financieras parece decidirse el futuro de la humanidad.

Luis Salas Rodríguez

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