El caprilismo

Por el camino de Oslo



A inicios de esta semana circuló la información de que se estarían dando en Noruega reuniones entre pequeñas delegaciones de alto nivel del Gobierno y de la oposición. Lo que surgió como dato periodístico, fue luego “sugerido” por el propio presidente Nicolás Maduro cuando el miércoles 15 de mayo comentó, de manera tangencial al tema de su alocución televisiva, que “el ministro Jorge Rodríguez está fuera del país cumpliendo una misión muy importante”. Hay que decir que, más allá de las delirantes narrativas de Twitter y de los respectivos discursos de los políticos, es bastante probable que la mayoría del país esté esperando que tales conversaciones se lleven a cabo.


Ahora bien, ¿en qué consistiría una mesa de diálogo o “negociación” en este momento entre los actores políticos de Venezuela? El escenario actual consiste en una guerra con dimensiones políticas y económicas. Estados Unidos ha desplegado todo su poder en estos dos frentes en su intento de “rendir” al Gobierno. Los ataques económicos han hecho dura mella en el Estado y la sociedad venezolanas, pero en la dimensión política el chavismo ha sabido y podido mantenerse en pie, mientras la oposición se desinfla en el tiempo por falta de efectividad. Cualquier negociación necesariamente partiría de este cuadro.
Lo que suceda en Oslo, capital del país anfitrión, podría cambiar el rumbo de la historia nacional. Las condiciones descritas hacen recordar las negociaciones que se dieron entre 1993 y 1994 en Sudáfrica entre el Congreso Nacional Africano, el partido de Mandela, y el Partido Nacional, de los afrikaners blancos del régimen del apartheid. Ante el inminente triunfo de Mandela y la alta probabilidad de una guerra civil, los acuerdos se configuraron, en resumen, en la cesión del poder político de los blancos hacia los negros, y la “concesión” de que las estructuras económicas permanecieran en poder de los blancos.
Los intereses políticos están profundamente atados a intereses económicos. Habrá que ver si por el camino del país nórdico se llega un escenario en que alguna de las partes se pregunte lo que, según relata Naomi Klein en su libro La doctrina del shock, los sudafricanos negros comentaban en modo de broma en las dependencias presidenciales: “¡Eh, tenemos el Estado! ¿Dónde está el poder?”.

Comentarios