El caprilismo

¡Sigue siendo el petróleo, estúpido!


El 24 de enero de este año, coincidiendo con el inicio del último intento de golpe de Estado de la burguesía venezolana mediante la “autojuramentación” de Juan Guaidó como supuesto “presidente interino” del país, la Agencia Internacional de Energía de Estados Unidos (AIE) publicó su Reporte Anual de Energía 2019. Dicho informe abre con la noticiosa sentencia de que: “Estados Unidos se convertirá en exportador neto de petróleo en 2020”. Este titular sirvió de base para que los defensores del golpe de Estado en Venezuela argumentaran que el respaldo de Washington a la conspiración criolla no tenía nada que ver con el petróleo venezolano (la reserva certificada de crudo más grande del mundo), ya que “a Estados Unidos no le interesa el petróleo de Venezuela porque produce y exporta mucho más de lo que importa”.

Sin embargo, tal conclusión responde a una conveniente interpretación de los datos aportados por el mencionado documento. Interpretación esta promovida por la propia AIE, que en sus explicaciones se abstiene de comentar suficientemente las “condiciones” para que el escenario que plantea se cumpla a cabalidad. Afortunadamente, los datos están allí y hablan por sí mismos. En primer lugar, hay que decir que estas aseveraciones corresponden a “proyecciones” y no a datos ciertos, por lo que siempre existe la “posibilidad” de que el comportamiento real sea distinto. Y allí está la clave del ocultamiento. El estudio muestra un gráfico de datos en el que se evidencia que el incremento de la producción de crudo gringo depende de dos factores fundamentales: “altos niveles de avance en tecnología petrolera” y “altos precios del petróleo”. Ambas variables tienen su explicación en otro dato que aporta el reporte, aunque solo 50 páginas más adelante de la primera afirmación: “el petróleo de esquisto continuará siendo la mayor parte de la producción total de petróleo de Estados Unidos”.



De allí surge el dato real, que los analistas y medios de comunicación simplemente dejaron pasar, quizás más por interés político que por descuido o flojera. En las actuales condiciones, el crecimiento de la producción petrolera de Estados Unidos no se sostiene más allá del año 2022. No existe ni la tecnología que abarate los costos de la extracción de petróleo de esquisto, que se realiza mediante el conocido y costoso “fracking”, ni los altos precios del crudo que mantengan su rentabilidad. Todo el sensacionalismo de la noticia y su instrumentalización política se basa en supuestos, en un escenario de “referencia” que no es otra cosa que el promedio de todos los escenarios posibles, los optimistas y los pesimistas.

El petróleo de Venezuela sigue siendo la razón y el móvil de cualquier movimiento político respecto a nuestro país, tanto de Estados Unidos como de las otras potencias. La estrategia internacional de Trump, consiste en un repliegue geopolítico táctico, dirigido a recuperar el crecimiento de la economía estadounidense, que ahora mismo se ve comprometido y amenazado por el acelerado auge económico y geopolítico de China. Esto se refleja en su eslogan de campaña: “America first!” (“¡Estados Unidos primero!”). Y así lo explica el especialista geopolítico español Pedro Baños, autor del libro El Dominio Mundial, en una entrevista para BBC el 1 de febrero:
“Desde mi punto de vista, lo que está haciendo en estos momentos EE.UU. es contraerse. Piense en un muelle: Estados Unidos se está contrayendo, se está retrotrayendo y reconcentrándose en sí misma, para una vez que haya cogido fuerza volver a ampliarse y tratar de recuperar ese dominio mundial que está perdiendo”.

Esta contracción de Estados Unidos, esta “reconcentración en sí mismo” no se limita a ocuparse de los asuntos de política y economía interna. La idea de Trump implica concentrarse tanto en los asuntos dentro de su territorio, como de lo que en Geopolítica se conoce como “espacio vital”. Esto no es más que la expansión de las fronteras territoriales con la intención de “garantizar” la satisfacción de las necesidades de un Estado. El espacio vital de Estados Unidos es, naturalmente, América Latina y el Caribe (si hablar de Canadá, por supuesto, que es prácticamente un apéndice de Estados Unidos). Por eso, la estrategia del “América First!” de Donald Trump incluye distender escenarios de conflicto en zonas lejanas como Siria y Corea del Norte, o al menos limitar su participación “directa” en ellos, para centrar los esfuerzos en asegurar su territorio inmediato, política y económicamente, con la intención de preparar desde allí un nuevo envión de expansión imperial.

En este sentido, Baños describe el escenario de América Latina marcado por el enfrentamiento geopolítico entre Estados Unidos, China y Rusia. “EE.UU. había abandonado en cierto modo a esos países, su política exterior no se centraba en ellos, pero cuando ha visto la penetración de sus dos grandes oponentes ha saltado la alarma, se ha dado cuenta de que tiene que intentar recuperar su presencia en toda Latinoamérica si no quiere que sean otras potencias las que lo hagan”, explicó. Y a propósito de esto señaló que, si bien los grandes actores de la región son y serán México, Brasil y Argentina, “no debemos nunca olvidar a Venezuela, que probablemente tenga el 25% de todas las reservas probadas de petróleo”.

Y es que en el caso de que el escenario más favorable descrito por el informe de la AIE (altos precios del petróleo y altos avances en tecnología petrolera) no se concrete, lo cual es muy probable partiendo de las condiciones actuales, Estados Unidos volverá a depender energéticamente de las importaciones de petróleo. La proyección para que esto ocurra, siempre según los datos de la AIE, es de tres a cinco años. Y el suministro más abundante, seguro y económicamente rentable es sin lugar a dudas el de Venezuela.

No es casualidad, entonces, que la primera acción “sancionatoria” realizada este año por la Casa Blanca, como parte de su “apoyo” a los golpistas venezolanos, fuera el embargo de la empresa Citgo, valorada en más de 11 mil millones de dólares, que se encarga de la refinación y venta del petróleo venezolano que llega a Estados Unidos. Este paso es fundamental para controlar y aprovechar el petróleo de Venezuela, el principal interés de Washington en esta historia.

Es por esto que, al hacer un análisis político de cualquier tipo, hay que recordar la famosa frase atribuida al estratega de la campaña electoral de Bill Clinton en 1992, James Carville, que entre sus lineamientos de enfoque destacó: “The economy, stupid!” (“¡La economía, estúpido!”), convirtiendo luego la sentencia en una suerte de eslogan. De la misma manera, en la actualidad, Pedro Baños, en la misma entrevista citada, enfatiza: “Todos los conflictos, absolutamente todos, tienen un componente económico”. Y en el caso de Venezuela ese componente, como siempre hemos sabido, es fundamentalmente el petróleo.

@ÁngelDanielCCS

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