El caprilismo

Neoliberalismo, poder y libertad


Nosotros nos creemos libres. Asumimos que vivimos en un mundo donde el paradigma moral es la libertad individual. Seguimos mirando como amenazas a la libertad unos supuestos “regímenes autoritarios” que nos “prohibirían” cosas o nos “impedirían” hacer otras. La tradición de la era moderna nos hizo pensar que el único ente que podía privarnos de nuestra libertad era el Estado, a través de sus mecanismos represivos. Así que cuidarnos, protegernos o “rebelarnos” contra ese poder estatal sería el ideal de lucha o garantía de libertad. Ese es el concepto de lo que se llama “liberalismo”.

Pero resulta que en realidad nosotros vivimos en un sistema mundo que no es liberal, sino neoliberal. Y ese prefijo “neo” le asigna a nuestro mundo y a nuestras vidas un giro en las condiciones en que experimentamos la idea de libertad y la idea de poder. En la era moderna concebíamos el poder como poder disciplinario: aquello que nos indicaba qué hacer y nos amenazaba con un castigo en caso de actuar de manera distinta a lo prescrito por las rígidas normas establecidas para sacar provecho de nuestra energía corporal para producir valor (la fuerza de trabajo). El paradigma del poder disciplinario es la práctica de la violencia. Y ese es el modelo central que actuaba en las sociedades occidentales, cuyo esquema de valoración política consiste en un mayor o menor grado de liberalismo.

Así, las sociedades más conservadoras eran las que tenían más intervención represiva por parte de los mecanismos de represión del Estado. En el neoliberalismo el paradigma cambia y el poder ya no es un poder disciplinario y represivo, ahora el poder es ejercido de manera sutil, seductora y persuasiva. No es el Estado que me amenaza para que yo le entregue lo que quiere y no genere problemas, es que ahora yo le entrego al poderoso (que ya no es el Estado, o no solo es el Estado) todo lo que requiere de mí, que ya no está en mi cuerpo como máquina de producción de valor sino en mi mente. Cada vez cobra más centralidad un modo de producción basado en el trabajo inmaterial como productor de valor, acompañado de grandes almacenes de información personal y colectiva que se convierten en materia prima para la generación de productos y servicios para la venta. Nuestros gustos, conductas, opiniones y deseos, los cuales entregamos voluntaria y entusiastamente para que sean registrados y aprovechados por el entramado empresarial del capital, conforman la máquina que nos domina sin que nos sintamos agredidos ni coartados en nuestra “libertad”.

El filósofo coreano Byung Chul Han lo señala en su libro Psicopolítica, dándonos luces sobre dónde debemos buscar el verdadero poder y la supuesta libertad bajo el régimen neoliberal: “Este poder amable es más poderoso que el poder represivo. Escapa a toda visibilidad. La presente crisis de libertad consiste en que estamos ante una técnica de poder que no niega o somete la libertad, sino que la explota”.


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