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Pues bien, el mismo veredicto de Oxford y múltiples artículos en prensa, tanto en inglés como en español, señalan que este término, y su repentino prestigio, tienen que ver con las conmociones causadas por el triunfo del Sí en el referendo para que el Reino Unido abandone la Unión Europea y la victoria presidencial de Donald Trump en EEUU. De hecho, este adjetivo es usado mayormente en asociación a la palabra “política”, es decir, se habla de “política posverdad”.
Todo esto llama la atención porque no se trata simplemente de una palabra de moda. Se trata de toda una construcción social de la realidad a partir del poder generado a través de los medios de comunicación. Se dice que es política posverdad aquella que apela a las emociones más que a las razones, o la que utiliza las “percepciones” como si fueran verdades y maneja la mentira para movilizar políticamente. Pues esto no es más que la descripción del comportamiento cotidiano de los factores políticos. Resulta que valió la pena establecer una nueva palabra, convertir en fenómeno destacable y darle un nombre a algo solamente cuando ese algo afectó los intereses del mainstream o, simplemente, el resultado electoral en cada caso contradijo la opinión que más peso tenía en el poder mediático.
Con el auge de la comunicación en formato red, las redes sociales en particular, y su uso por los factores políticos, el poder mediático tiene ahora que competir con una gran masa de agentes comunicativos que se agrupan y disgregan de acuerdo con los intereses múltiples y según el factor que logre hegemonizar la opinión en cada momento preciso. Los medios influyen allí, pero no son los únicos que están en el juego. Grupos particulares, individualidades, “gente normal” pueden convertirse en elementos influyentes en las redes de comunicación, y, por lo tanto, en la formación de la opinión pública. En este ambiente el rumor, las medias verdades y las noticias sensacionalistas cobran una importancia suprema, pues se nutren de la velocidad y la facilidad de difusión que aporta la red internet.
Esta “política posverdad”, política del rumor y del engaño, es la propia política tradicional, la utilizada por la oposición venezolana al inventar cuanta fantasía se les ocurra (como que Maduro es colombiano, por ejemplo) para tratar de llegar al poder, solo que se repotenció con la fuerza de la comunicación digital y en el año 2016 fue protagonista de eventos que cuestionaron el prestigio y la voluntad del poder mediático y sus encuestadores, opinadores y expertos. Por esta razón asieron el recurso lingüístico para diferenciar la realidad inconveniente de la palabra “verdad”, cuya hegemonía aún luchan por mantener.
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